EQUILIBRISTA


Llovía en la calle pero a mí me daba igual. Por primera vez, como hacía tiempo, me sentía feliz. Dejados atrás lastres laborales, empezando en un prometedor empleo y siendo primavera nada podía cambiar mi felicidad. Y menos un poco de agua en mi cuerpo. Es más, sentía la lluvia como un presagio de limpieza, de acabar de quitar mierda en mi vida. Mierda que llevaba años acumulando y que de pronto, en un periodo relativamente corto de tiempo, había sacudido y había dejado atrás. Con muchísimo esfuerzo. Como cuesta desprenderse de cosas. Cerrar círculos. Todos esos consejos pueriles de los libros de auto ayuda que ves fáciles pero que de pronto, al llevarlos a cabo, no tienes cojones a conseguir. Decir NO por fin, no a seguir enganchada en el pasado, no a personas tóxicas, no a historias sin sentido. NO NO NO. A partir de ahora, todo iba a ser diferente.
En realidad me asustaba tanta positividad. Parte de mi caos reside en mi intensidad, todo es excesivo en mí. Lo bueno y lo malo. Y si estoy positiva lo estoy tanto que casi reviento de felicidad por dentro, pero a la vez sé, con una certeza aplastante, que en cualquier momento voy a caer y me voy a estrellar. Casi siempre es así mi vida. Creo que me he acostumbrado a vivir en equilibrio. Sobre la cuerda floja. Será por eso que mi segunda palabra favorita es EQUILIBRISTA. No creáis que es una forma de vida tan mala. Para mi es perfecta. O por lo menos es la que conozco. No sé si podría vivir flotando en liquido amniótico de la vida común, estable y cómoda. Casa, trabajo, coche, perro y niño. Y un hombre en casa esperándome. Un hombre que quizás ya ni me quiera, que nos soportemos solo por costumbre. Ante esa posibilidad, prefiero seguir en mi inopia personal.

El caso es que sentía que se había materializado por fin ese trabajo de estabilidad y limpieza realizado durante meses. Iba a respirar, a sentirme vacía, para volver a llenarme de cosas buenas y alguna mala seguro, pero nuevas.
Hasta que pasó. Mi teléfono sonó. Y ahí estaba él. Un mensaje suyo. No recordaba haberlo desbloqueado. O igual es que al borrar el numero el bloqueo desaparece. No acababa de entenderlo bien. Pero a la misma vez que rechazaba el hecho de ver su nombre en mi pantalla, mi corazón latía como una maldita locomotora a vapor y ¡maldita sea!, eso es muy mala señal. La indiferencia aún no estaba presente.
"Me he acordado de ti y quería saludarte, que suerte no estar bloqueado ya. Además tengo algo bueno que contarte. Si te apetece llámame y hablamos. Te echo de menos".
Y ahí estaba yo, móvil en mano, deseando estamparlo o marcar su teléfono, mientras mi mente no dejaba de hablarme: pero aún no lo llames que es pronto, hazlo esperar. O no, ¡no lo llames! qué narices haces, ¿otra vez? ¿En serio lo vas a llamar? Estás mal, muy mal, ¡no lo hagas! recuerda, ¡estás limpia! ¡Llevas meses limpia! No lo hagas. 
Marcando...
Después de muchos que tal, muy bien, yo también, fantástica, trabajo nuevo, es primavera y soy súper feliz...muy falsos, y carentes de sentido por exceso de efusividad, vino la realidad:
- ¿Y qué era eso tan bueno que tenías que contarme? —te digo.
Y me cuentas que aquel problema, aquella mierda gigante que nos retuvo, que no nos dejo avanzar, que rompió nuestra relación en mil pedazos porque no supiste solucionar, porque no entendiste que yo me preocupara, que quisiera ayudarte, que intentara hacer todo porque salieras de eso y avanzaras... Aquella mierda, se acabó. 
Maldito seas, ¿ahora se acabó? ¿Ahora?
- Ya la he solucionado, soy libre. Por fin, puedo avanzar. Y ya que estamos al teléfono aprovecho para decirte, antes de que te enteres por otro lado, que estoy con alguien, que nos va genial. Tenías razón, todo se arreglaría tarde o temprano, gracias por todo lo que me apoyaste, eres maravillosa."—son las últimas palabras que oigo de él.
Y yo, como una buena ex, sin entender muy bien para que quería esa información, y con dos puñales aún clavados—uno en el corazón que ha hecho que se paralice, otro en el estomago que no me deja ni hablar—cojo la poca dignidad que me queda y te digo que me alegro muchísimo por ti, y que te deseo lo mejor, que es lo que mereces ahora y siempre.
Y me guardo para mi decirte que eres un imbécil de mierda por haberme llamado para eso, que te odio, que ojalá no seas ni la mitad de feliz con ella que conmigo. Que ojalá te vaya fatal, que te arrancaría la piel a pedazos si te tuviera delante, cosas que en realidad no deseo, maldita sea, porque no deseo que nada te vaya mal, porque aunque todo haya sido una mierda, nadie me ha mirado como tú. Nunca. Jamás. Nadie.
Y una vez hecho esto, vuelvo a bloquearte, deseando tener la opción de restaurar cerebro a antes de haberte conocido. Y borro la llamada, y el historial y cualquier huella que haya de ti en mi teléfono. 
Lo jodido es borrarla de otro lugar.
Y siguió lloviendo, pero por todos lados.

Comentarios

  1. Que bien transmites... eres genial !!!!! Besos y achuchones !!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario