CATEDRALES

Hay amores que son como catedrales, eternas e inquebrantables, sagradas e inertes al paso del tiempo. 

Santas. Inviolables. Que te hacen sentir en paz, y de pronto remueven y que tocan el alma. 

No son divinas. Ni humanas. Son etéreas. Enormes. Que dejan sin aliento. 

Inalcanzables para la posibilidad. Pero reales y tangibles. Están y no están. 

Huelen a incienso y a luz de ventanales coloridos. A melancolía. 

A nudo en la garganta. A cirio quemando minutos. A paz impaciente.

Que dejan heridas en el alma que nunca acaban de cerrar. 

Que buscan consuelo en otros brazos, brazos que algún día consolarán a otros brazos, y así hasta el final. 

Amores que matan, que nunca mueren. Que apuñalan. Que siempre hieren. 

Y lloran. Y ríen histéricos por no estar cuando deben, donde deben. Donde nunca más estarán. 

Porque ya no volverán. 

Que llegan tarde y sin dicha buena. Pero aún así tocan y marcan y siembran besos no dados de los que crecen latidos.

Y escalofríos. 

Y piel de gallina. 

Amen. Sin tilde


Comentarios