QUEBRAR


Quebrar, del latín crepāre ‘crujir, estallar’.

Yo soy de quebrarme, 

casi una vez al mes o con suerte cada dos, aunque intento dejarlo, 

pero fue más fácil con el tabaco.


Si se quiebran las cañas con el viento,

como no voy a hacerlo yo que no soy tan flexible. 


Me quiebran muchas cosas, sobretodo...

cosas que no diré, 

para que nadie más las sepa

y me pueda quebrar. 


Crujen por dentro mis entrañas, 

chasquea mi sangre al hervir 

palpitando en mis sienes

y de pronto ese ruido seco. 


Un crack. Y después el estallido. 

Y se derrumban mis muros

y ya nada se para, 

no hay contención.


Se rasgan mis antiguas costuras, 

se descose la calma

y vuelve a salir todo.


Me sale el mar por los ojos,

el demonio por la boca y el monstruo,

que me agarra la boca del estómago, 

la retuerce y me lleva arrastrando allí.


Al lugar oscuro y frío

llenito de sombras viejas 

que suenan a nuevas,

y me da vueltas y me suelta ,

como quien juega

a la gallinita ciega. 


Y me toca buscar la salida sola, 

a tientas y a contratiempo, 

antes de que mis pedazos caigan. 


Y se esparza, diminutos, 

y no los encuentre

y no pueda volver a montarme. 


Siempre salgo entera y aprendida, 

pero muy cansada del viaje. 


A veces me sobra alguna pieza

que me guardo,

como si fuera un Mr Potato,

pero bajo la piel. 


Igual algún día 

me la pongo de complemento

o se la regalo a alguien

que se crea incompleto. 


Total, si ya no encaja,

es que no la necesitaba tanto.

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